Mi idea que él se convirtiera en parte e mi cuerpo”, declaró Armin Meiwes quien fue condenado, en 2004, a ocho años y medio de prisión por matar y comerse a Bernd Juergen Brandes. La prensa bautizó al alemán Meiwes, de 42 años, técnico informático, como “El caníbal de de Roteburgo”, lugar donde vivía, Brandes, la víctima, berlinés de 43 años, era ingeniero.
Meiwes declaró que mató y comió los restos de Brandes; así cumplió sus sueños que comenzaron fantaseando con comerse a sus compañeros de escuela. Los informes psiquiátricos descartaron cualquier tipo de trastorno mental.
La policía sospecha que existen más casos de canibalismo en Alemania, pero que no han salido a la luz pública.
Desde el hermano imaginario a la carne congelada
Durante del pubertad, “El caníbal de Roteburgo”, vivió solo con su madre y se sentía abandonado. Para paliar su soledad “creó” un hermano imaginario con el cual desarrolló fantasías de canibalismo, que lo excitaban sexualmente.
También soñaba con comerse a sus compañeros de escuela que le resultaban atractivos, estos sueños fueron avivados con películas de zombis e imágenes de mataderos de animales.
Después de la muerte de su madre, Meiwes había conversado sobre canibalismo, con más de 280 personas. Recibió alrededor de 200 respuestas de ofrecimiento para ser víctimas. Contactó 30 individuos dispuestos a matar y más de 10 deseaban ser espectadores.
Se encontró con cinco hombres antes de Brandes. Tres de ellos sólo querían participar en un “juego de rol”, en los que se interprete a víctimas y victimarios. Otro quería ser decapitado, pero le pareció demasiado gordo y antipático.
Y el quinto desistió después de que le advirtió que si visitaba su casa “ésa sería su última vez”. Meiwes citó a Brandes a su casa el 10 de marzo de 2002.
Primero, la víctima ingirió somníferos y aguardiente. Luego, le cortó el pene, que se lo comiendo con verduras y vino tinto. Diez horas más tarde, descuartizó el cadáver del ingeniero. Todo el ritual fue grabado.
Después congeló la carne sobrante y enterró los huesos en el jardín. Cuando fue arrestado hace un año, Meiwes ya estaba buscando nuevas víctimas.
¿Homicidio o eutanasia?
Un estudiante austriaco avisó a la policía criminal alemana de un anuncio en Internet en el que se solicitaban nuevas víctimas.
La policía registró su domicilio, encontró bolsas de carne humana en el congelador y halló huesos en el jardín. Incautó computadoras personales, discos duros y videos relacionados con prácticas caníbales, incluida la grabación de la castración y descuartizamiento de Brandes.
El caníbal se entregó a la policía y confesó haber matado. “Lo recordaba en cada pedazo de carne que me comía, era como comulgar”, dijo Meiwes. Confesó que el descuartizamiento le causó “placer”.
Sin embargo, aseguró que “el momento de la muerte fue horrible”: “durante el acto sentí odio, rabia y felicidad a la vez”.
“El caníbal de Roteburgo” rechazó las acusaciones de homicidio pues, desde su punto de vista, fue un caso de eutanasia. Un tribunal alemán lo condenó a ocho años y medio de prisión por homicidio no premeditado.
Según informaciones de la policía alemana, en ese país existe una red de caníbales; sin embargo, hasta ahora no se han encontrado nuevas víctimas.
CANIBALISMO COMO PLACER SEXUAL
Necesidades distintas
Habíamos establecido como concepto de psicopatía a las personalidades atípicas con necesidades distintas y maneras especiales de satisfacerlas .La apetencia de carne humana es un ejemplo radical del rasgo que llamamos “necesidades distintas”.
Hay que superar muchas inhibiciones para eliminar a otro humano, pero adquirir el grado de libertad interna como para ingerirlo es un paso superlativo. Es también un ejemplo extremo del rasgo capital que llamamos “cosificación”, por el cual se priva al otro de los atributos que lo hacen persona y se lo degrada al concepto de cosa. Con esta maniobra psíquica el psicópata tiene una mayor libertad de acción sobre el cosificado, lo puede manipular y ejercer su accionar psicopático sin tener en cuenta la resonancia afectiva que provoca en el afectado y liberándose, a su vez, del displacer interno que llamamos culpa. El otro se convierte en una cosa a usar para conseguir sus fines y luego desechar. Pero usar al otro como alimento creo que es uno de los límites de la cosificación. Un psicópata devorador No nos es difícil en el caso de Armin Meiwes llegar a describirlo como psicópata y no diagnosticarlo como psicótico. Fuera de los hechos de su biografía que lo preanuncian, si nos atenemos a este hecho, vemos que actuó con plena conciencia y a sabiendas de cada uno de los pasos que lo llevaron a devorar al Ingeniero. Comprendía lo que hacía y dirigió lúcidamente sus acciones destinadas a un fin premeditado largamente. Ocultó las pruebas que lo podían incriminar en un intento de zafar de las consecuencias de sus actos. Y tomo prevenciones para el caso de que algo saliera mal: realizó un video (dejó un testimonio para ser visto “por otros”), hizo dejar constancia de la voluntad del Ingeniero para este hecho, publicó su aviso en Internet con la suficiente claridad como para que no hayan dudas de sus intenciones.
En ningún momento se mencionan alteraciones sensoperceptivas, ni ideas delirantes de influencia, mandato u misión. Tampoco su conducta periférica, como es habitual en muchos psicópatas, salía del rango de lo normal, al decir de sus vecinos.
Luego del hecho no se atormentó con la culpa (autocastigo muy propio del neurótico), al contrario disfrutó de ingerir la carne frisada, a la que preparó en distintas variantes de comida y acompañó con un buen vino. Al ingerirla lo hacía con tal bienestar que lo asemejaba a una comunión (cuando se “come” simbólicamente la carne de Jesús, y se bebe el vino, que simboliza su sangre); lo incorporaba a su cuerpo, y recordaba a Bernd Juergen Brandes con cierta afectividad.
También disfrutó como lo hacen los asesinos natos al matar: “Durante el acto sentí odio, rabia y felicidad a la vez. Toda mi vida había deseado esto”
El placer sexual estuvo presente al momento de introducir el pene de Bernd a su boca y compartirlo, como en una relación sexual extrema con su partener. También en el hecho de “poseerlo” in extremis o en el de generar dolor para placer del otro (es Bernd el que le pide que le corte el pene, y luego que le taje el cuerpo, en un largo rito que duró diez horas y que concretizó un viejo deseo de Armin: “la idea de cortar un cuerpo humano me excitaba sexualmente”). Y todo esto con el agregado del “consentimiento” y la participación de su fuente de placer, lo cual lo diferencia de una violación, a pesar de la extrema violencia ejercida. ("Me dijo que desde niño deseaba de ser descuartizado e ingerido").
Luego está el aspecto lúdico, el jugar; primero al colocar el aviso en Intenet, que literalmente no tenía equívocos, pero que daba lugar a la fantasía, a la metáfora homosexual al convocar a "hombres jóvenes y robustos, de entre 18 y 30 años, para ser devorados". Pero a su vez era un aviso a la sociedad (al hacerlo público) de lo que iba a hacer (esto puede ser leído como una audacia, una asunción de riesgo, un desafío lúdico o un pedido a la sociedad para que lo detenga). También se nota lo lúdico en la selección del participante del juego, elige a uno de varios postulantes. Y toda la ceremonia de la muerte es un juego macabro entre dos. Tiempo después vuelve a apostar, coloca de nuevo su aviso en Internet, pero es decodificado correctamente y, esta vez, pierde y es atrapado. Fin de esta parte del juego, ahora comienzo la otra parte, apostar a obtener la mínima condena, mientras tanto disfrutar de ser el centro de la atención mundial.
La serenidad con que afronta el juicio, el reproche de los otros por sus actos, indica que, de acuerdo a sus códigos, él no tiene nada que reprocharse, es más, que ha hecho un bien infrecuente: "Yo consideré la muerte como socorro, como ayuda a morir, como ayuda al suicidio". Más allá del consejo y estrategia del abogado defensor con respecto a mostrarse arrepentido, a difundir que aquellos que tengan sus tendencias vayan a un psicólogo y otras chanzas, queda, como hito, lo irreversible del hecho. Al ser humano le cuesta aceptar su raíz animal y la amplitud de sus oscuridades.
Fragmento tomado de http://www.marietan.com/material_psicopatia/canibal_aleman.htm Escrito por Hugo R. Marietan, Médico Psiquiatra. Hospital Borda. Docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires
Publicado en Gente10, Volumen XI, Número 62(2005)
No hay comentarios:
Publicar un comentario