Según informó la agencia católica de noticias ACI, el dueño de la pastelería “Sweet Cakes by Melissa”, Aaron Klein, enfrenta una demanda en la oficina del fiscal general del estado de Oregon por haber rechazado ofrecer el servicio a esta pareja. En opinión de Klein, el matrimonio es "una institución religiosa entre un hombre y una mujer como dice la Biblia", por lo que se negó a elaborar el pastel.
Las noticias sobre la discriminación en la prestación de bienes y servicios pululan en internet. En Colorado otra panadería rechaza la orden de un pastel para una boda gay. En el estado de Washington una florería se niega a hacer unos arreglos. En Nuevo México un fotógrafo declina sus servicios. Y en Indiana una pizzería anuncia que no da servicio a este tipo de enlaces. Al otro lado del mar, en Irlanda del Norte (Reino Unido) una pastelería rechaza hacer un queque con mensaje gay.
En Costa Rica, hay algunos casos hechos públicos, como la atención a una pareja de lesbianas en Pizza Hut. En palabras de la denunciante, “Nos trataron bien hasta que la señora nos sirvió los refrescos y vio que estábamos de la mano. Desde ese momento, la atención cambió. La mesera seguramente dijo algo y los meseros y la supervisora estaban riéndose mientras nos veían comer”. Y sigue el relato de la discriminación, que debido a las denuncias en las redes sociales, terminó en una disculpa pública de la empresa.
Pero, hay que cuestionarse, ¿cuántas situaciones similares ocurren y cuál porcentaje sale a la luz pública?, ¿cuántos hechos denunciados tienen un “final feliz” como en caso anterior y cuántos no? y ¿cuántas situaciones no ocurren porque los miembros de la comunidad LGTB se autocensuran?
No solamente hay discriminación en la venta de bienes y servicios, sino también en la contratación de personal.
De acuerdo con una encuesta publicada el año pasado, en México el 20% de las personas de la comunidad LGTB se les ha preguntado sobre su orientación sexual o su identidad de género antes de ser contratadas y a un 14% se le ha negado un empleo por esta causa. Una de cada tres mencionó que ha sido víctima de algún tipo de discriminación en su lugar de trabajo.
En la Unión Europea la situación no es tan diferente. De acuerdo con datos del 2013, uno de cada cinco miembros de la comunicad LGBT se ha sentido discriminada en su búsqueda de empleo.
En Costa Rica, el año pasado, un fiscal adjunto fue sancionado con ocho días de suspensión sin salario por actos homofóbicos contra un subalterno a quien llamó “mariconcito”. Los hechos ocurrieron en el 2012.
Igualmente, hay que cuestionarse, ¿cuántas situaciones similares ocurren y cuál porcentaje sale a la luz pública?, ¿cuántos hechos denunciados tienen un “final feliz” como en caso anterior y cuántos no? y ¿cuántas situaciones no ocurren porque los miembros de la comunidad LGTB se autocensuran?
Todo recuerda a casos ocurridos en otros siglos y otras décadas, en los cuales la discriminación contra los indios, los chinos, los negros, los latinos… era legal y socialmente aceptada. En este momento, estas prácticas serían impensables o, al menos, políticamente incorrectas. Sin embargo es posible legalizar o justificar la discriminación contra los homosexuales. En algunos casos, estas prácticas de exclusión tienen asidero legal; en otros, se basan en normas no escritas.
¿Cómo eliminarlas? Las reformas legales son necesarias, pero no suficientes; es indispensable aprender que el respeto al ser humano está por encima normas culturales o religiosas que justifican la discriminación.
En su momento el voto femenino y la liberación de los esclavos parecerían imposibles, sin embargo ahora, en el mundo occidental, se dan como una realidad incuestionable. Por lo que no debemos detenernos en el camino del reconocimiento de los derechos de las personas LGTB solo porque en ahora lo pensemos imposible.
En una sociedad dominada por el dinero, el acceso igualitario a la contratación laboral y la venta de bienes y servicios permiten el logro de una vida digna y la integración en la sociedad. Así que es imperioso problematizar alrededor de estas formas de discriminación, para dejar de comer del pastel de la exclusión social.
Publicado en Gente10, Volumen XII, Número 121 (2015)
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